miércoles, 25 de agosto de 2010

Dando voces

Los españoles somos gente, en general, de hablar muy alto, en comparación con nuestros vecinos europeos. Ampliando esto un poco, se puede decir que en los países mediterráneos somos unos expertos en hablar alto y gesticular.
Bueno, una cosa es el tono general y el ruido (algunos bares son insoportables), y otra cosa es dar voces. Porque además de hablar alto, parece que nos encanta dar voces.
Y podemos establecer una escala directamente proporcional, cuanto más alto es el cargo de una persona en la empresa, más alto grita. Parece que si no grita, es que no manda.
Lo triste es ver gritar a gente que no tiene ni puñetera idea de lo que hace, y que se mantiene en el cargo por la inercia de los años o por amistades bien mantenidas. Como el "gritado" tenga la genial idea de contradecirle, o de gritarle también, está fulminado. La escala jerárquica no permite más decibelios a un cargo inferior. Sería un escándalo.
De hecho, ¿quién no ha oído alguna vez "Agustín el otro día ya estaba hasta los kiwis y le pegó una voz al jefe."
Ahora Agustín ha pasado de ser jefe de servicio a jardinero.

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