miércoles, 18 de febrero de 2009

Microcoches, macromierdas.


Bueno, ahora que creo que ya puede opinar todo el mundo y que he puesto la hora bien, comienzo ya con lo serio.
El post de hoy se me ha ocurrido porque llegando a trabajar, antes de cruzar un paso de cebra, he oído un poderoso ruido de fondo. ¿un 911 (porsche)? , ¿un ferrari sin silenciador?, ¿un tractor John Deere?
Pues una mezcla de todo un poco: un puto microcoche.
Para el que no lo sepa, me refiero a estos pequeños engendros móviles de plástico a cual más horripilante, que suenan a tractor vietnamita (son diesel de muy baja cilindrada, incluso monocilíndricos), y que habréis visto por ciudad especialmente (no pasan de 60 km/h la mayoría).

Estas brillantes obra de la ingeniería moderna, sólo comparables con las yogurteras, se crearon con la idea de poder ser conducidos sin permiso de conducir (????), como por ejemplo gente joven o en entornos rurales, gente que ni sabía lo que era una autoescuela. Se me ocurren unas cuantas reflexiones.
- ¿Cómo alguien que no tiene carné de conducir puede conducir un coche, por muy poca potencia que tenga?
Sobre todo en ciudades grandes, donde en algunos puntos se alcanzan velocidades delicadas.
En serio, decidme si os tranquiliza que un señor-señora de Zamora de 63 años, llegue de su pueblo a Madrid, y vaya por la M-30 con un trasto de estos.
- ¿Qué conocimiento de las señales de tráfico tiene alguien que no ha ido a una autoescuela?
Esa se responde sola.
- ¿Qué se puede esperar de alguien que ha suspendido 10 veces el práctico del coche, que decide comprarse un microcoche y no volver a examinarse?
Dado el pésimo nivel que ya de por si tienen los exámenes, que demos oportunidades a quien suspende...
Imaginad que a alguien que no pasa el psicotécnico del permiso de armas, para que no se sienta mal, le dejamos sólo una escopeta con cartuchos de sal.
- ¿Por qué todos se empeñan en aparcar dejando un metro delante y un metro detrás?
Debe ser por la ilusión de ocupar lo mismo de un coche normal. O simplemente por no saber aparcar.

En fin, que mientras se nos criminaliza y persigue a los conductores con badenes, radares, seguros de coche caros, impuestos, precios de gasolina (ya hablaré de esto más adelante), esta plaga urbana sigue por ahí danzando, como monos con pistolas.

Dios nos pille confesados (y asegurados).

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